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Cruzada de piernas y con él aún abrazado a ella, lo acunó como si fuera un niño
durante mucho rato.
Por encima de su hombro vio cómo el sol se ponía y caía la noche, pero no dejó de
abrazarlo. Poco a poco él se fue calmando y su respiración se hizo más regular, pero
no hizo ningún esfuerzo para separarse de ella. En algún momento Josey se preguntó
qué habría pasado de malo, pero sólo pudo pensar en lo que de repente estaba muy
bien: abrazar a Nate y que él la abrazara a ella.
El dulce silencio fue interrumpido por un rugido de protesta del estómago de alguno
de los dos. Sus cuerpos estaban tan cerca el uno del otro que Josey no podía saber
quién de los dos había sido, pero podía suponer que había sido él. Quince segundos
después, el sonido se repitió, pero esta vez Josey supo que era ella. Se le escapó una
risita y Nate se irguió mientras ella intentaba contenerse. Un tercer ruido hizo que
Nate se echara a reír y pronto estuvieron los dos riendo con ganas y abrazados.
Entonces, sonriendo, se miraron a la cara:
 Se nos ha olvidado cenar, pero nuestros cuerpos nos recuerdan las cosas
importantes  dijo Josey.
Y al decirlo, se dio cuenta de que su cuerpo le estaba enviando otro tipo de mensajes
muy claros y fáciles de interpretar. Sacudió la cabeza y trató de ignorarlos.
 Ha estado muy bien  dijo, y sus palabras parecieron pasar de algún modo hasta
los labios de él, recorriendo la corta distancia que los separaba.
Y sin esperar a más, decidió acabar con esa distancia que los separaba.
Josey era como ese sueño extravagante y divino que creía no tener derecho a vivir,
pero Nate no tuvo valor para negárselo a sí mismo. Al menos, no en aquel momento,
cuando sus labios se fundieron súbitamente con los de él buscando, saboreando...
Josey no le pertenecía ni nunca lo haría, pero no podía renunciar a ella entonces. Los
gritos de protesta de su conciencia se hicieron cada vez más débiles hasta que al fin
desaparecieron por completo mientras él bebía en sus labios y respiraba el olor de su
piel. La sujetó por la nuca para hacer el beso más profundo.
Nate notó que Josey emitía un gemido desde lo más profundo de su garganta y
recorrió el contorno de sus labios con la punta de la lengua, como pidiéndoles que se
abrieran para él. Cuando ella accedió, sus lenguas se entrelazaron y él abrió los ojos
para asegurarse de que aquello era real.
Era real, y ella también lo era.
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El levanto la mano para acariciarle la suave piel de la cara y deslizó el pulgar hasta la
comisura de sus labios, que seguían moviéndose sensualmente contra él apartándose
sólo un momento para recorrerle el dedo con la lengua y volver después con más
ansia aún a sus labios. Él bajó la mano para deslizaría bajo el fino cardigan y el
sujetador, y con el dedo húmedo de su saliva, le acarició el pezón.
Josey emitió un ruido de sorpresa y Nate se detuvo por completo. Ella abrió los ojos
y lo miró dubitativa. Tenía la boca roja, hinchada y los labios aún separados. Sus
mejillas estaban teñidas de un color rosa suave. Ella lo miró como si estuviera
esperando a que diera el siguiente paso.
Lo qué él deseaba era levantarla en brazos, sentir cómo lo besaba en el cuello
mientras la llevaba a la cama y acostarla sobre las mantas para hacerle el amor. Le
dolía el cuerpo de tanto como lo necesitaba y tenía que controlar sus manos, que sólo
deseaban volver a tocar su piel.
Pero en lugar de eso, se puso de pie, lo cual no fue fácil, pues se le habían dormido
las piernas de estar tanto tiempo en el suelo. Ella seguía en el suelo, sentada sobre sus
piernas abrazándose el torso. Él no pudo soportar el modo en que ella lo miraba
desde el suelo, así que le ofreció la mano para levantarse. Ella se puso de pie con su
ayuda y se pasó los dedos por el pelo para peinarse.
Nate no podía interpretar su expresión con la poca luz que había en la habitación, así
que encendió el interruptor. Después la condujo hasta la cocina, encendiendo todas
las luces a su paso. Una vez allí, abrió un armario para verificar su contenido, o
pretender que lo hacía, porque en realidad quería cambiar de tema de un modo no
verbal.
Josey lo entendió a la primera y no pareció importarle. No tuvo ninguna reacción
infantil por lo abrupto del fin de su actividad física y en vez de eso sacó un par de
platos de un armario, los dejó sobre la encimera y fue a la nevera a ver qué se podía
preparar para cenar.
Prepararon unos espaguetis con carne y una ensalada en silencio. Nate agradeció la
ausencia de conversación y, aunque sabía que tendría que decir lo que pensaba
contarle de modo que pareciera una explicación, estaba seguro de que ella lo
entendería.
Josey cortó el pan mientras él ponía la mesa. Pensó poner un par de velas también,
pero desechó la idea enseguida.
Josey sirvió la pasta y se sentó frente a él. Cuando por fin la miró, ella le dirigió una
sonrisa muy natural que le dio valor para empezar a hablar en vez de comer.
 Escucha, Josey  empezó a decir, y ella, al escucharlo, dejó el tenedor sobre el plato
y cruzó las manos bajo la barbilla. Aquel gesto volvió a poner nervioso a Nate; era
como si ella esperase palabras más sentidas que las que él iba a pronunciar. Decidió
seguir de todos modos . He ganado el caso.
No era una frase shakesperiana, pero a ella se le iluminó la cara.
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 ¡Es fantástico! Es genial. Era muy importante para ti y además, ha sido un caso
muy duro de llevar  se inclinó más sobre la mesa . ¿Estás contento? Se supone que
deberías estar como loco, pero está claro que no es así. Cuéntamelo.
Podía hacerlo. Podía contarle todo, desde lo de su padre y las palizas, su fuga con [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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